viernes, 19 de septiembre de 2014

Vinagre en las heridas (próximamente)

Me tiembla la voz si le hablo a solas,
no sé que mecanismo me descontrola,
pero al mirarle a los ojos veo
mi objeto de deseo.

De la lluvia que tañe fría en el tejado,
y que sobre el alfeízar se pasea,
han surgido aguas hacia el alcantarillado
y parece que la tormenta ya clarea.

Y del florecido amanecer que sucede,
otra tormenta es lo que siempre precede,
antes de recuperar la lucidez,
le doy una tregua a mi mente, otra vez.

Ahora la luz que antes fue un Sol
es solo un tímido resplandor
que se dirige a mi corazón
y que no ve la entrada, pues no hay razón.

Que del amor, si bien me ha dolido,
también he aprendido.
Que de la soledad muy a mi pesar,
lágrimas tuve que llorar.

Pero de mis lloros ha surgido
un camino claro sin espinos
y entre los lodazales extinguidos,
aparece un nuevo río.

Y que si después de la tempestad
la calma nos viniera a visitar,
no respondería más que a un tópico
en el que perdería lo real ante lo lógico.

Después de la tempestad no veo calma
y después de su amor me salen llagas,
y ahora echo vinagre en las heridas
a ver si se me curan, si me anima.

Y quiero preguntarle si me ama,
y que no sea una respuesta enredada.
Al menos ahora el camino cobra vida
y lo hecho hasta ahora, que me sirva.

Y si no, pues a mirar hacia adelante,
aunque a veces recuerde su desplante,
porque se me hace necesario pensar
y me gustaría dejarme llevar.

Otras veces, mil vueltas me pongo a dar:
¿por qué, por qué, por qué se va?
Si conmigo hubiera podido hallar
en un recodo del trecho la felicidad.

¿Qué fue lo que no le supe dar?
una pataleta no lo va a arreglar.
Quise coger la flor más delicada
y la arranqué como a una envenenada.

Podría haber dicho “adiós muy buenas”,
pero entonces hubiese sido lo peor.
Podría haber disfrutado más con ella,
pero solo queda el eco de su no.

Y si hubiese otra manera para volver,
aunque a veces no se pueda sacar nada,
exprimiría nuestro amor como una naranja
y bebería el jugo para hacerle alabanzas.

Pero este es mi presente, eso es.
No hay colores, no hay fragancias,
no hay nada firme en que creer.
Soy solo un pobre idiota, eso es.

Y si de mi profunda melancolía
alguna vez pudiera despertar
y un nuevo rechazo volviera a golpear,
vinagre en las heridas, vinagre y nada más.

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