domingo, 15 de junio de 2014

Al otro lado del tabique

He encontrado un interesante fragmento en un libro sobre economía que, a pesar de estar escrito como una novela, casi podría calificarse de manual de texto. O al menos la intención de su autor, Russell Roberts, es la de enseñar las maravillas del capitalismo y porqué no debe cambiarse. Casi de una manera didáctica.
Aún así, se combinan auténticas "burradas" en boca del protagonista de la novela, (un profesor de Economía llamado Sam Gordon) con algunas interesantes reflexiones. Me gusta como el libro se estructura de forma que la dialéctica toma un papel esencial. Los libros donde los diálogos son largos y tendidos, son de mis preferidos, aunque en este caso, al tal Sam Gordon habría que enseñarle un poco sobre la vida, ya que sobre el capitalismo y la libertad económica sabe bastante, aunque lo aplique de una manera errónea a mi juicio.
Sin más dilación, este fragmento del libro 'El corazón invisible' de Russell Roberts. No tiene desperdicio. Es una explicación de Sam Gordon durante una de sus clases:

"- ¿Cuántos de vosotros no veis la tele al menos una hora por la noche? ¿O dos? ¿podríais dejarlo de raíz? ¿Sería más rica la vida sin tele?. En cuanto no hubiera televisión, los niños se pondrían a explorar el mundo en lugar de quedarse sentados medio atontados delante de una caja tonta. Sin televisión las familias hablarían en la mesa a la hora de la cena. La gente volvería a leer. La gente aprendería a sentarse y pensar, algo que es un arte extinguido en la era de la televisión.

- Pero algunos programas de televisión son buenos -intervino un estudiante.

- ¡Claro! -exclamó Sam-. Lo mismo que las políticas que acabamos de discutir. Todo tiene un coste. Pero yo confío que los beneficios de esa medida superarían con creces a los costes. Sí, seguramente hay unos cuantos buenos programas... Pero la cantidad de basura que se emite no puede compararse con las cosas de cierta calidad. Violencia, sordidez,...

Sonaron algunas risitas por la mentalidad anticuada del argumento, y Laura se imaginó a Sam como un hombre decimonónico, ofendido por la lascivia de la televisión.

- Reíros, pero eso se está cobrando un peaje a costa de la decencia humana. Pensaréis que no hay para tanto... y esa es la tragedia. Después de ver la MTV, la actitud hacia la mujer se ha degradado. Si vemos asesinatos por la tele, nos parecen una vulgar molestia en lugar de una tragedia de inmensas proporciones.

Sam calló un momento para recobrar el aliento.

- La verdad es que me apasiono con este tema. Pero hablo desde la experiencia. Soy un adicto en fase de desintoxicación. Cuando me dí cuenta de la cantidad de veladas que estaba desperdiciando con la mano en el mando a distancia, inicié la ofensiva y acabé vendiendo el televisor. ¡Ahora soy libre! Y os contaré algo, ahora leo más, hago más tarea de voluntariado y paso más tiempo con mis amigos y mi familia que nunca antes en mi vida. Pero no me engaño,. Sigo siendo un adicto. Cuando estoy en un hotel no puedo remediar encender el televisor. Así que no me hago ilusiones acerca de mi capacidad para superar el problema. Y ahora tenemos Internet. Otra gran tentación para eludir la realidad. Pues sí: la televisión es un peligro para el cerebro. Pero si fuera dictador por un día no prohibiría la televisión [...] Y aunque pudiera hacerlo, no creo que tratar a los adultos como a niños y quitarles el caramelo de la tele sea la forma de cambiar el mundo.
Yo estoy orgulloso de no tener tele. Es un triunfo sobre mi naturaleza más elemental. ¿Y qué es la vida si no? Conocerse a sí mismo y encontrar la manera de hacer lo que está bien. ¿Qué ventaja tendría un gobernante que decide por nosotros a través de una ley que reduce nuestra libertad de elección?. Eso no es vivir."